miércoles, 2 de julio de 2014

Manías realizatorias

Una de las falacias que nos rodean es la relativa a la auto-realización individual.  Tal cosa tiene su inicio durante la segunda mitad del siglo XVIII; es la época de la Revolución Francesa, de Adam Smith y de su indagación acerca de la riqueza de las naciones, y de la fundación de Estados Unidos como país independiente. Así, pues, de lo que estamos hablando es de la cultura que funda el espíritu de lo que luego recibirá el nombre de capitalismo.

Un amueblamiento mental me lleva a relacionar la auto-realización con la existencia de un propósito libre. Y todo ello unido a un ideal de justicia, equidad, libertad e igualdad. Aunque, todo sea dicho, lo cierto es que nada hay más incompatible que la libertad y la igualdad. Por tanto, si se anhelan ambas cosas a la vez, la auto-realización es imposible.

Otra forma de manía realizatoria es la que asocia auto-realización con la posibilidad de ejercer influencia o poder sobre el mundo, ya sea para cambiarlo o para aprovecharse de él.

Sin embargo, la forma de poder más clara sería ser capaces de eliminar toda tentación de proyectarlo hacia el exterior. Entonces, pues, lo único que podemos hacer es sacar de nuestra actitud todo aquello que sobra e impide la acción de la naturaleza esencial de las cosas.

Plutón es, pues, el gran neutralizador de proyecciones: las que uno hace y las que otros hacen sobre uno. Otra cosa es que uno sea capaz de salir indemne de tanta película que se nos proyecta.

Le dediqué a Plutón otro artículo, por si apetece leerlo: La acumulación afirmativa, también denominable como autorrealización maníaca.

De todo ello, me quedo con los siguientes aforismos:

La auto-realización es un gran sueño; la realización, en cambio, es un hecho corriente que requiere de una buena lupa para poder ser visto.

La auto-realización es una forma de escapar de la realización.
 

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