domingo, 17 de julio de 2016

El Eneagrama y Ramon Llull


Mientras espero con alborozo poder asistir a la exposición que en el CCCB se le dedica a Ramon Llull, leo y releo un artículo que Lluis Roca dedica al Eneagrama en tono crítico. Se preguntarán ustedes qué relación puede tener el Eneagrama con Ramon Llull y con Luis Roca Jusmet. Ya les digo: mucha. Ramon Llull ideó un sistema que es, en gran parte, eneagrámico y astrológico.

Antes de seguir, les paso el enlace a la exposición: La màquina de pensar: Ramon Llull i l'ars combinatoria.
Y aquí va el enlace con el texto sobre el Eneagrama escrito por Luis Roca Jusmet: El Eneagrama: un apunte crítico.

La razón de este entrelazamiento me produce la siguiente pregunta:

En el texto de Luis se hace una crítica al Eneagrama. También hace una mención a la Astrología. Me pregunto yo si un sistema de conocimiento se puede llegar a confundir con el conocimiento mismo. Es decir, ¿puede convertirse un sistema, que sólo es un modelo de mediación entre el observador y el mundo, en un elemento que le procure fascinación? Es decir, ¿es correcto y saludable tomarse el Eneagrama, los postulados hipocráticos de los 4 elementos, la filosofía china de los 5 elementos, el Ars Combinatoria de Ramon Llull y la Astrología, por poner unos ejemplos, como un sustituto fascinante de la realidad? ¿Y no será que lo fascinante debería ser la realidad sensible en la que vivimos, también llamada Cosmos?

Y más aún, si la realidad -el humus cósmico- no resultara fascinante, ¿qué es lo que hace que lo sea a partir de un sistema de conocimiento?

Otra pregunta más: ¿a partir de qué momento un sistema de conocimiento, que nos ayuda a mediar entre el pequeño cosmos con el gran cosmos, sustituye a la realidad que pretendíamos observar con él?
Dejando a parte el sistema de conocimiento aportado por Ramon Llull, ¿es posible tomarse el Eneagrama, la Astrología o las teorías de los elementos como si se tratara de formas religiosas? O, en el otro lado, ¿alguien podría tomarse estos puentes hacia el conocimiento como si se tratara del conocimiento mismo -hasta dejarlos convertidos en objeto de veneración-?

Mi idea y mi sentir es que estos medios no son la realidad, sino, más bien, reducciones y clasificaciones de la realidad. Confundir la realidad con un método o con un modelo es como rebajar la realidad a las limitaciones del método o del modelo.
Entonces, pues, ¿por qué dejarse fascinar por un método o por un modelo de conocimiento? ¿no debería ser la realidad sensible la que nos debería resultar fascinante? ¿por qué entronizar un método: no será acaso una muestra del narcisismo propio del humano? ¿O quizá es que tendemos a pensar que el método es más que la realidad, acaso porque con el modelo o método creemos ejercer algún tipo de control que nos ayuda a apaciguar el espíritu?

¿Y no será que lo que nos debería preocupar es el determinado uso, tendencioso y mercantil, que hacen los agentes espirituales que trafican con estos puentes, aprovechando el narcisismo congénito de consumidores y clientes potenciales?

De esta última pregunta, Luis hace un argumento con el que estoy totalmente de acuerdo.

Para concluir, les paso un enlace a un artículo en el que describo cómo el neoliberalismo raptó el malestar de las masas y lo llevó hacia la terapia (en lugar de a la revolución), lo cual entroncaría con gran parte de lo que dice Luis Roca en su artículo. Es decir, hacia la explotación del narcisismo:

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